viernes, 19 de octubre de 2018

Digna Ochoa y Mons. Romero: almas paralelas | Columna de Ricardo Sánchez García

#4 TIEMPOSCOLUMNA DE RICARDO SÁNCHEZ GARCÍA
Sin partitura


Digna Ochoa fue asesinada el 19 de octubre de 2001. Terrible golpe para defensores de derechos humanos y noticia minimizada por Vicente Fox. Óscar Arnulfo Romero fue asesinado un 24 de marzo de 1980, mientras oficia misa en una capilla de la capital salvadoreña. Digna y Romero trabajaron protegiendo a víctimas de derechos humanos. Ambos incomodaron a las cúpulas del poder, quienes demuestran constantemente no tener límites con tal de mantener el status quo.  

Digna, abogada egresada de la Universidad de Xalapa, pronto se incorporó al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro. Activista y defensora de derechos humanos. Óscar Arnulfo Romero, con estudios de teología en Roma, arzobispo de su natal San Salvador, fue “la voz de los sin voz”. 

Lamberto González Ruiz, miembro del Frente Nacional de Abogados Democráticos señaló “a Digna Ochoa podríamos considerarla como una persona militante de los grupos defensores de derechos humanos en su máxima expresión. Era muy difícil seguirle los pasos, porque siempre iba más delante de uno”.  

Es un buen símbolo de nuestro país y a pesar de que está muerta es un activo de derechos humanos lo mismo que Rosario Ibarra, Pilar Noriega, Bárbara Zamora, Carmen Herrera y otras defensoras. A Digna le quitaron la vida por hacer esa labor. Los mexicanos deben saber de ella. Es un referente en la lucha por dignificar la ciudadanía y el ejercicio de derechos. Siempre buscó la paz y seguridad para los demás y mientras no se resuelvan los problemas del desarrollo, la democracia y justicia, no habrá paz en el país”.  

“Digna daba su vida por lo que creyó valioso: libertad, justicia y seguridad para todos. Ella no pretendió ser mártir. Simplemente fue una luchadora por la justicia y eso le costó la vida. No andaba en búsqueda de altares, honores, ni reconocimientos, solo quería solucionar los graves problemas”, concluyó el activista, excompañero de la abogada. 

El  Dr. Jesús Antonio de la Torre Rangel, catedrático de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, señaló “Desde que sucedió el martirio de Óscar Romero escribí un artículo publicado en Ictus que se reprodujo en varios libros. Hice un análisis jurídico a partir de sus homilías. Yo afirmo que tiene dos facetas. Desde la tradición iusnaturalista le pide a los soldados que no sigan reprimiendo al pueblo porque una orden injusta y una ley injusta no obliga y no debe obedecerse. Por otro lado, el aspecto profético en lo que llamaríamos la legalidad de la injusticia. Óscar Romero hace crítica de varias leyes que sirven a los ricos y oprimen al pueblo. Todo esto en cuanto al uso del derecho”. 

De la Torre Rangel sigue: “Es muy raro encontrar alguien que sea pastor y profeta al mismo tiempo. Ha sido una figura entrañable. La canonización confirma que se vale ser cristiano así. Su martirio es consecuencia del testimonio que vivió hasta sus últimas consecuencias y era de esperarse”.  

La Maldita Vecindad, grabó un corrido para Digna Ochoa: “su muerte fue una crónica anunciada. La abogada fue asesinada por un sistema y un gobierno sin justicia ni verdad. Defensora de los derechos de su gente. Digna sabía que la justicia no era sólo para el poderoso. Asesora de los pobres, los caminos en que andaba eran siempre peligrosos. Digna es la sangre que lucha y abraza al hermano, exige ni un abuso más, es la voz que no calla ante la injusticia”. 

La canción El Profeta atribuida a Yolocamba I ta recuerda a Monseñor Romero: “podrán matar al profeta, pero su voz de justicia no. Y le compran el silencio, pero la historia no callará. Con su evangelio en la mano Monseñor Romero quiso hacer justicia y la hizo, pero no gustó al villano. Su voz fue el aliento que defendió al campesino, iluminando el camino, la libertad de este pueblo”.  

Digna y Arnulfo murieron por combatir a poderosos tiranos, terratenientes y violadores de derechos humanos. Defendieron a los más pobres. Sembraron esperanza y actuaron pacíficamente. El discurso de ella fue plasmado en expedientes jurídicos para liberar presos políticos. El mensaje evangélico de él golpeaba las más duras conciencias que prefirieron callarlo antes de corregir el camino.  

Ambos hablaban con la verdad en la mano, esa que gobiernos y poderosos no quieren oír. La desigualdad social y las situaciones de inequidad imposibilitan una vida con calidad mínima aceptable y beneficia a unas cuantas personas, pero condena a miles para repetir en generaciones postreras las condiciones de vulnerabilidad.  

Romper este círculo ha sido imposible para muchas familias. Intentarlo en la vía pacífica le ha costado la vida a líderes sociales en Latinoamérica.  

“El Profeta y Mártir de la Américas” fue canonizado este 15 de octubre. A pesar de los homenajes y premios internacionales de Digna Ochoa, aún esperamos justicia y reivindicación para su enorme legado. 

Ambos son un gran ejemplo. De ella y de él podemos abrevar mucho todavía.